La Estrellita
Había una vez en el cielo una estrellita llamada Aurora era muy viejita sentía mucho cansancio y sostenerse del firmamento le pesaba. Pernoctaba triste, pensaba que Dios y sus amigos la habían olvidado. Tanto esfuerzo y nadie lo recordaba. Pero ella recordaba que como ninguna otra siempre brilló con luz propia, pero estaba cansada. Sostenerse y seguir brillando le dolía. Un día la tristeza venció y se dejó caer al vacío. Mientras caía lloraba sin consuelo, su lamento traspasó el universo y llegó a los oídos de sus amigos. Ellos, desconsolados no entendían por qué se había dejado caer la estrellita, era como si la llamará la muerte.
La luna, que era su
mejor amiga intentó salvarla pero no tuvo las fuerzas necesarias,
las estrellas hicieron una fila entre todas para detenerla pero fue
imposible y su amiga caía, solo caía.
El mar al darse cuenta de lo que pasaba juntó toda su fuerza y con un gran bramido despertó todo el océano para formar un gran brazo donde la estrella llegó sana y salva. La sostenía, pero era tan pesada que era imposible sostenerla por mucho tiempo y si traspasaba el mar la perderían para siempre.
El mar al darse cuenta de lo que pasaba juntó toda su fuerza y con un gran bramido despertó todo el océano para formar un gran brazo donde la estrella llegó sana y salva. La sostenía, pero era tan pesada que era imposible sostenerla por mucho tiempo y si traspasaba el mar la perderían para siempre.
La estrellita vio
el sacrificio de sus amigos e intentó infructuosa volver al cielo pero era
imposible, pensó -¿que haría?- Era imposible que el mar la
sostuviera por mucho tiempo-. De repente una oscuridad amenazante le
quitó el aliento y dejó
de brillar, los cristales empezaron a romperse pedazo a pedazo era
como si lágrimas cayeran al mar.
Todos lloraban, la
estrellita estaba muriendo, nadie logró
salvarla, pero de repente de la nada surgió un fuerte viento
azotando y agitando las olas del mar, era Dios que se acercaba. Al
ver su estrella moribunda juntó muchos ángeles y con cuidado la
subió al cielo agradeciéndoles a todos por la ayuda. El mar pudo
descansar y cantaba de júbilo, ella estaba en buenas manos. Dios la
llevó de nuevo al
firmamento y le regaló
una nueva luz más
brillante, nombrándola la estrella mayor, que hoy día nos regala su
luz con mucha alegría y jamás
volvió a sentirse sola.
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